No hay formas cómodas para decir ciertas cosas. Para algunas, podemos disipar un poco el impacto y ser sutiles. Pero para lo que hoy quisiera decir, la mejor manera es trayendo de cuajo, de raíz, de forma bruta y sin reparos, torpe, honesta, todo aquello que quizás nadie te dijo, ni pensaste, ni te detuviste a observar.
Escribí esta carta pensando en todos los hombres que me rodean en lo íntimo, en los que pasaron alguna vez por mi vida, sean amigos, parejas, compañeros de trabajos, de colegio. En aquellos que vi por la calle y nunca supe sus nombres. En los de mis pasadas generaciones de familia. En los que vendrán. Escribí estas palabras anticipando el ocho de marzo, con la única intención de que pueda hacer eco en el corazón de quienes vayan a leerme alguna vez.
Claro que también escribí estan palabras pensando en las mujeres que cada día hacen que este mundo funcione. O sea, todas.
Me gustaría pedirte que pienses en tu madre. Todos tuvimos una. Quizás no presente, quizás no perfecta, quizás no amorosa. O única, dedicada, llena de amor. Pero todos tuvimos-tenemos una. Quiero que sepas que desde el momento en que saliste de su vientre, su vida se transformó en todos los sentidos. Para bien y para mal. Su cuerpo, su corazón, su mente, su energía. Me encantaría que puedas llamarla por teléfono y decirle gracias. Sin tantas explicaciones. Sin tanto misterio. Simplemente decirle gracias por haber dejado su vida de lado por vos. Y si no está hoy en este plano, que hagas algo en su honor, que te recuerde a todo aquello que hizo para que sobrevivieras. Que puedas crear un templo de amor en tu corazón para venerarla como a una diosa.
Quiero que sepas que ser mujer (y en algunos casos madre) ha sido una tarea difícil desde el principio de los tiempos. Espero que puedas darle el tributo necesario, la gratitud, la reverencia, a la mujer que sufrió un dolor implacable durante el embarazo, el parto y el post-parto y sin embargo, te sonrió cada día de aquellos miles primeros días de tu vida como si nada le estuviera pasando. Estoy casi segura que el mayor porcentaje de las madres -mujeres- de las personas que me leen hoy, dejó de lado sus sueños, sus objetivos, sus deseos, para poder llevar adelante una casa, una familia, un círculo seguro. No quiero que pienses “antes era así” o que “las posibilidades eran esas” o que "“eran otros tiempos”. No. Quiero que reafirmes en tu mente el concepto de que si bien puede ser cierto, no dejó de ser injusto para ella. Si tuviste la suerte de tener una madre que te demostró cada día el significado del esfuerzo que conlleva conseguir un buen puesto de trabajo, de terminar una carrera, de tener un negocio propio, de poder quedarse en casa para que cuando llegues del colegio tuvieras la comida lista, de acompañarte a cada visita del pediatra, de estar ahí mientras te cosían, te vacunaban, te sacaban el yeso; me encantaría que cierres los ojos y te pongas en su lugar. ¿Qué pasaría si esa hubiera sido tu suerte, tu destino? ¿La tratarías de la misma forma que lo hiciste hasta ahora?
Escribo esto porque quiero que sepas que seguramente tenés amigos, compañeros, tíos, primos, padres o hermanos que alguna vez insultaron, golpearon, se sobrepasaron o abusaron de una amiga, hija, prima, madre, tía o compañera tuya. Esto es estadístico. Es real. Es abrumador. Y quiero decirte en un modo íntimo, como si te lo estuviese contando cara a cara, que todas mis amigas, primas, tías, compañeras, madres, abuelas, tuvieron una historia para contarme en donde lloraron en silencio y ocultaron al mundo que las debía proteger, un suceso en donde un hombre les hizo mucho daño. Todas.
Me encantaría que puedas darle un mensaje de amor y respeto a cada una de las mujeres que te rodean. Me encantaría que puedas identificar sin miramientos, sin juzgar, lo complicado que puede ser para una mujer caminar por la calle, entrar a un baño, a una oficina, incluso a la casa de un familiar. Porque nunca, jamás, va a estar realmente a salvo. Aún si ahora estás pensando en tu superficie que estoy exagerando, sé que en tu corazón sabés perfectamente que es así.
Quiero que sepas que la incomodidad que sentís cuando se hablan estos temas, es normal. Está bien que te sientas incómodo siendo hombre si te hablan sobre igualdad, feminismo, sobre “la lucha”. Es normal que pienses que todo es un extremo, a veces radical. Que te cueste escucharlo, que no lo converses con tus amigos. Está bien que lo juzgues, lo discutas e incluso, que estés en contra de cualquier movimiento que hoy quiera poner a la mujer en un lugar distinto. Hay un modo de pensar, un sistema instalado, que hace que así sea. Y con “está bien” no me estoy refiriendo a que ESTÁ BIEN. Me estoy refiriendo a que todavía pocos tienen las herramientas necesarias para comprenderlo.
Pero, lo que sí puedo decirte, es que quizás viéndolo como algo histórico, tu hombría se ablande un poco y te toque alguna otra fibra más sensible y puedas verlo como algo que, indudablemente, tenía que pasar. Por tu mamá. Tu hermana. Tu mujer. Tu hija. Tu prima. Tu abuela. Tus amigas. Por cualquier mujer que hoy ames o que vayas a amar en el futuro. Los cambios a veces llegan a su ápice y despues se acomodan solos. Pero en algún momento de la historia de la humanidad, teníamos que empezar a asomar las narices para decir basta. Te prometo, te juro, que todas las mujeres que te circundan, desean en profundidad y con todo su corazón, que puedas darles la mano y las acompañes en un caminar distinto. En donde realmente sientan que son iguales en derechos, privilegios, sueldos, puestos de trabajo, crianza, relaciones, poder.
Y cuando lo hagas, salí de tu ombligo. Salí de tu pequeño mundo. Mirá hacia afuera. No es por TU hogar, por TU familia, por TUS amigas, es por todas las que están afuera que no tienen las mismas posibilidades que vos y ellas.
El mundo va a aplacar sus miserias humanas el día que logremos tener una mirada más amable, noble, atenta, hacia todos aquellos que no somos nosotros mismos, nuestros intereses, nuestras comodidades.
Quiero que sepas que esperamos reconocimiento en muchas de las tareas que hacemos en lo diario. Que en rasgos generales no son equitativas ni justas. Que las hacemos porque la sociedad así lo quiso y que muchas veces no tenemos ni ganas, ni tiempo, ni energía y sin embargo, hacemos que todo funcione igual. Con hijos, sin hijos, en pareja o solteras, llevamos adelante un peso invisible, emocional, de sobrecarga. Pensá en tu hermana haciéndose cargo de tus padres. En tu madre sosteniendo sola a tu padre. En el momento en el que le pediste a tu compañera de trabajo que hable ella con la persona que estaba mal, porque al ser mujer tiene otra sensibilidad y le diste un peso que quizás no quería cargar. Pensá en todas las tareas que hace tu mujer que podrías estar haciendo vos. Pensá en el instante en el que le pediste algo a tu mejor amiga porque se encarga mejor. Porque es mujer.
Me encantaría que puedas llamarla y decirle gracias. Por todas las veces que le asignaste una responsabilidad, un peso, una carga y te puedas comprometer a empezar a hacer un poco más, saliendo de tu zona de confort. Y con una clave de acceso que te voy a dar, una especie de varita mágica, una puerta de entrada a un mundo nuevo que va a hacer TODA la diferencia: que no te lo tengan que pedir, que no tengas que preguntar, simplemente, que lo hagas, sin preámbulos, sin cuestionamientos. Te vas a convertir en una contrabalanza y vas a hacerles la vida mucho más fácil. Como todas ellas, tantas veces te la hicieron a vos.
Quiero que sepas que pasamos por muchas instancias en la vida en donde nos sentimos indefensas. En donde sentimos que realmente no podemos más. En donde gritamos en silencio. En donde estamos tejiendo redes entre nosotras esperando que realmente nos vean. Dándonos apoyo que no recibimos de ningún otro luegar. En donde quedamos siempre en posiciones inferiores con respecto a lo económico. En donde no siempre es tan fácil encontrar trabajo y hacer que una familia siga funcionando igual. En donde no todas tienen el mismo pasado, las mismas condiciones, las mismas fuerzas. Y sin embargo, dejamos de lado la posición narcisista, egoísta, cómoda, y nos estamos embarrando, ensuciando, rompiendo, resquebrajando, por todos.
Podés pensar que no es siempre así. Es cierto. No todas tenemos las mismas historias. Tu madre no será igual a la de tu amigo. Tu mujer no tendrá la misma suerte que la mujer de tu jefe. Entre todas tus amigas, seguramente algunas llevan mejor que otras esta cosa de ser hembra en un mundo de machos. Una vez más, te pido, que pienses en el peso que nos imponen y muchas de nosotras no sabemos cómo manejar. Una vez más, te pido que pienses en todas las veces que viste en la mirada de tu madre el dolor, la angustia, la vergüenza, la pesadez, el cansancio, las ganas de abandonarlo todo. Y te sonrió, te abrazó, te cuidó. Porque te prometo que aún si nunca la identificaste de esa forma, ella lo sintió. Te puedo decir casi con seguridad que tu madre pasó por una lista indescriptible de situaciones que la partieron al medio. Y que jamás te lo va a decir.
Te animo a que si tenés la suerte de estar rodeado de hermosas mujeres, se lo preguntes. Profundices en aquello que hace porque “le toca”. En todo aquello que hizo alguna vez, mientras se sentía rota, triste, desamparada. Te invito a que la abraces y le digas que realmente ves todo lo que hace, lo que hizo, lo que seguramente hará. No te das una idea cuánto cambia las cosas. Eso no va a modificar “el deber” impuesto, pero sí será un respiro el saber que es vista, valorada, no subestimada.
Quiero que sepas que de forma imperceptible para vos, cambiamos tu entorno, lo hacemos desde el comienzo de la humanidad. Que todo lo que funciona a la perfección dentro tuyo, probablemente venga de una madremujer dedicada a tu existencia. Y te prometo que si tuviste una madre que falló en todo, también te convirtió en un hombre más fuerte ante la vida. Quiero que sepas que estamos en la superficie, en el medio y en el fondo, tratando de que este mundo no sea tan tan difícil. Que nuestras hijas puedan caminar sin ser golpeadas, abusadas, secuestradas, maltratadas. Que nuestras amigas, hermanas, ganen el mismo dinero que tus hermanos y amigos y no sean una molestia porque algun día se sienten mal, sangran, son más sensibles o quieren tener hijos.
Quiero que sepas que si repito tantas veces que pienses en tu madre, es para que puedas entender con el corazón que todas las mujeres que te rodean fueron, son y serán tu madre: el género que te creó, te sostuvo, te dio de comer, te limpió las lágrimas, te protegió de tu padre, incondicionalmente hizo todo por vos, te alejó de peligros y, si está viva, probablemente lo siga haciendo, en silencio, en su propia luz y oscuridad. Me encantaría que puedas ver que ella pasó por todas las cosas -y más- que te estoy mencionando más arriba. Nunca fue inmune al mundo en el que vivís hoy.
Quiero que sepas que este día es un día más para nosotras, pero que no está mal si decidís darnos un abrazo extra, un gracias sincero. Si decidís empezar a observar con más atención. A comprometerte. A preguntar menos qué tenés que hacer y simplemente, arremangarte y accionar. Que está bien si te agendás llamar a tu vieja todos los días, preguntarle a tu hermana cómo va con su vida, si necesita algo, si se está sintiendo bien. Que es de gran ayuda que puedas intervenir en más temas en tu casa. Si no das por sentado que tu jefa por ser mujer es una mala mina. Si no que quizás le costó un montón llegar hasta ahí y que de algún modo, también siente la presión de ese lugar en un mundo que sigue siendo de hombres. Que está bueno que puedas hablar con tu hija sobre cómo tiene que hacerse respetar y de los límites que debe ponerle a cualquier hombre que intente manipularla, tocarla, controlarla. Y animarla a que sea una mujer independiente en el futuro, que luche por sus derechos, que aprenda a defenderse.
Quiero que sepas que personalmente, amo en profundidad a los hombres de mi vida, a los que sigo conociendo, al que salió de mi vientre, al que me crió, pero que lucho cada día para sentirme segura, a salvo. Que doy batalla a las injusticias propias y a las de mis amigas. Que consuelo a todo mi círculo mucho más de lo que debería, pero pareciera que no damos abasto en esto de ser sostén entre nosotras. Que me sigo sintiendo incómoda en miles de aspectos. Y que me da terror, aún en este momento del mundo, que mi hija mujer salga a la vida. Terror.
Ojalá algún día nos puedan ver como nosotras nos vemos. Que lo sientan con el corazón. Que entiendan que no es una pela ni una guerra de sexos, sino, la búsqueda que emprendimos hace muchísimos años para estar mejor, para sentirnos como ustedes se sienten cuando cobran un sueldo, cuando tienen hijos, cuando entran a un baño, cuando se sientan a conversar con un compañero de trabajo, cuando salen a bailar, cuando un maestro se les acerca, cuando un coach les da un consejo, cuando caminan por la calle, cuando tienen que negociar un puesto de trabajo, cuando llega la hora de hacer la comida, de criar, de vivir.
Ojalá. Algún día.
Excelente! Amo ser mujer y abrazo a todas aquellas que honran esta incomparable misión que tenemos en esta vida. Te amo mujer hermosa ❤️